miércoles, agosto 27, 2014

Trayectos

Habrá un día –se inventará dicha cosa– en que una máquina imperfecta finalmente será, y hará una serie de recorridos para terminar dejando de ser. Que nazca y muera no es el asunto: eso es objeto de pura biología.
Que recorra, cómo, cuánto, cuándo, con quiénes, con qué, es de otra materia.
Entonces puede historizarse una vida a través de los objetos en que se apoya, y a través del tiempo, y qué hizo con ellos, qué le provocaron, y qué dijo de ellos y de su relación con ellos. Algunas novelas y películas hacen eso, y también los casos clínicos de la literatura psi.
Y, cuando tenemos que decirlo, permite pensar qué nos define:
  • Por los objetos: somos fetichistas (de pies, de autos, de dinero, etc.)
  • Por las relaciones: tenemos estado civil (casados, célibes, a la búsqueda del amor perfecto, etc.)
  • Por los modos: ansiosos/tranquilos (esperamos que algo venga, lo buscamos frenéticamente, etc.)
  • Por las jerarquías: somos dominantes/dominados (amo, sumiso, etc.)
  • Por los sentimientos: sentimos (felices, angustiados, alegres, etc.)
  • Y así.
Claro está que estas definiciones (sean dadas por otros o por sí) no suelen aplicarse juntas en los mismos espacios de relaciones entre sujetos. Las películas cómicas se inspiran muchas veces en estas situaciones porque es hilarante lo que se transpone, pero también es profundamente dramático y hasta trágico.
Podría desde este punto de vista dibujarse incluso en papel una topografia tomando un film, una novela –o una vida– mostrando los caminos recorridos, las intersecciones, los apartamientos y evitamientos, las preferencias, como seguir una hormiga durante un tiempo. No habría tanta diferencia. Pura topología geográfica.
Es misterioso. ¿Por qué a uno le gusta comer la pata del pollo pero moriría antes de comer la de un gato? ¿Por qué alguien prefiere tal rostro pero detesta tal otro? ¿O un color? La apelación a lo cultural no hace más que esquivar la pregunta, porque incluso dentro de una misma cultura hay quienes comen gato, para seguir el ejemplo, y no a todos les gustan los mismos rostros. La estadística tampoco explica, sino que cuantifica.
No es la nuestra una época que aprecie los misterios. Es una que silencia sabidurías ancestrales para hacer hablar a las ciencias y sus objetos fríos e impersonales. Si bien agradecemos a estas últimas los servicios prestados, se nos permite añorar períodos en los cuales no hemos tenido la suerte o la desgracia de desear.